top of page

En ese artículo no deseo para nada sustituirme a un médico. Quiero sólo compartir mi experiencia y así ayudarles a tener más confianza en sí mismos, saber cuáles son, en práctica, los reflejos en una situación tan problemática. Obviamente acá se trata únicamente  de lo que he vivido. De ninguna manera  armé una guía que hay que seguir paso a paso.

Hice tres cetoacidosis en mi vida. La primera en Siria en 1997, la segunda, la más grave,  en Bolivia en 1999. En ambos casos fue de casualidad en enero 2000 que caí en la cuenta de que se trataba de acidosis. La última que tuve fue en 2013 en la India. En este caso sabía lo que me pasaba y pude arreglarlo sólo sin llegar a la situación extrema que experimenté en Bolivia unos 15 años atrás.

En Siria y Bolivia fue por falta de conocimiento y algo de estupidez de mi parte que me encontré con un problema de cetoacidosis. En la India fue una absoluta falta de suerte. La descompensación de la diabetes es el peor de todos los problemas que tuve vinculados con esa más que desagradable enfermedad. Es realmente grave, angustioso ya que te puede llevar a dejar para siempre el escenario. No es el tipo de anécdota que contás sonriendo, acomodando la realidad para que suene mejor. No, no la haces porque no es para nada gracioso vivir una cetoacidosis.

Ahí describo como ocurre una cetoacidosis, por lo menos fue lo que me pasó a mí.

Comes algo que no te queda bien. Pensás en una banal  intoxicación alimentaria. Se parece a la famosa “turista” pero como no podés saltar la comida seguis comiendo un poco. Y, obvio, acabás vomitando. A veces, como me pasó en la India, empieza directo por los vómitos.

No llegás a alimentarme y entonces bajás la cantidad de insulina lo que hace subir el nivel de azúcar en la sangre porque la insulina permite la asimilación de la glucosa por las células. El problema es que ahora el cuerpo tiene demasiada glucosa y ahí empieza lo serio, lo grave. Tratás de bajar el nivel de azúcar inyectándote más insulina, sobre todo si tenés un poco de cetona en la orina.  Ahora te toca una hipoglucemia. Por eso tomás algo de azúcar. Dicho sea de paso, comer algo azucarado cuando ni siquiera podés guardar los líquidos es complicado. Por eso trato por lo general de poner algo de azúcar por debajo de la lengua con un poquitito de agua.  Sea lo que sea la glucemia sube de nuevo. Ahora sí que estás en el horno ya que empezó el rodeo infernal.  Lo difícil es salir de este círculo vicioso. Y por eso hay que tener paciencia, confianza en sí mismo y una ayuda externa. No siempre médica pero una ayuda es imprescindible.

En la India en 2013 comimos con mi señora en un restaurante limpio, agradable pero había algo malo en la comida. A las 2 horas vomitamos los dos. Mi mujer se recuperó en 24 horas con una dieta extrema o sea no comió nada. Tres días después era como si nada.

Para mí fue totalmente distinto. Más de 4 días tratando de encontrar el punto de equilibrio entre las inyecciones reducidas, el poco de agua que podía tomar y, cuando ya no vomitaba más, los escasos granos de arroz que difícilmente llegaba a ingerir.  Más 2 o 3 días para poder volver a una alimentación “regular”. En total fue una larga semana para superar  este episodio.

Si hay una sola cosa que deben saber es que nunca y bajo ningún motivo tienen de dejar de inyectarse su insulina. De lo contrario es el coma y después la muerte. Quiero irónicamente agradecer al Dr R quien me aconsejó justamente parar las inyecciones si no podía comer. Gracias a él estuve a punto de perder la  vida en Bolivia en 1999.

Repito que, siendo DID de tipo 1, nuestro cuerpo nos traicionó y no produce más esa insulina que sirve para permitir el proceso de absorción de la glucosa por nuestras células. Sin insulina el cuerpo usa nuestra grasa que, por decirlo rápido,  se “transforma” en cetona que es tóxica.  

Primero hay que controlar cada dos horas su glucemia y el nivel de cetona en la orina. Y hacer todo lo posible para corregirlo. Al final me di cuenta que con un poco de azúcar y agua por debajo de la lengua podía sino controlar por lo menos manejar las hipoglucemias. Si tienen cetona en la orina hay sí o sí y sin tardar inyectarse insulina a medida de dos unidades por cruz en la tira reactiva. Si se sienten realmente extremadamente mal y, como yo en Bolivia, se dan cuenta de que el final se aproxima hay que ir al hospital. Si se puede en uno de la capital. ¡Ojo con los establecimientos chicos cuyos médicos son, a veces, incompetentes!

Ahora voy a contar lo que me pasó en Bolivia ya que me parece relevante y por lo tanto interesante.

Me enfermé en Tupiza. Parecía una intoxicación. Después de tres días me siento un poco mejor y tomo el tren para La Paz. Empeoró a medida que transcurre el día y por eso bajo en la ciudad de Uyuni. Un error que casi me fue fatal. En el dispensario de Uyuni el médico me hace un goteo de…glucosa. Por suerte me di cuenta de lo que hacía porque en ese momento ya tenía una glucemia de 4.50g. Mi medidor de glucosa me daba 1.20g. Culpa de los 3500m de  altura en Uyuni y del modo de medición del aparato que funcionaba con el nivel de oxigeno. Fue en Uyuni que caí en coma. Me transportaron hasta Potosi, 4000m snm, en una ruta que tanto mi mujer como mi hija, que tenía 6 años en ese entonces, encontraron de las más bellas. La pude disfrutar yo también en 2010.

En el hospital de Potosi un médico francófono y dos enfermeras quechuas muy simpaticas se encargaron de mí. Me quedé 15 días en el servicio de terapia intensiva. 4 días de coma, edema cerebral, 4 de tensión, baja de 8 kilos (pesaba en esa época y antes del coma 75 kilos). O sea no tenía una forma olímpica. Y si es verdad que Bolivia no es el país más desarrollado del mundo, que el hospital de Potosi no se parece mucho a uno europeo también es verdad que cumplió con su función y que los médicos y enfermeras bolivianos me salvaron literalmente la vida. Escribo todo eso para que sepan, por los que dudan o tienen prejuicios, que fuera de su país hay también una medicina que tiene su valor.

No puedo concluir ese artículo sin confesar que por más traumática que fue esa experiencia  hubo algo sino positivo por lo menos inolvidable más allá de que ahora sé cómo manejar una cetoacidosis.

Primero, durante los 15 días de internación  hablé sin parar con las dos enfermeras que adoptaron  como modelo de francés estándar un franco-tunecino de 1m90 con pelo rulado. También me di cuenta de que se puede conservar en un idioma que desconoces por completo pues en 1999 no manejaba para nada el español –si es que ahora lo manejo…

Segundo, como después de 15 días todavía no podía caminar y que no hay un aeropuerto civil en Potosi , fue el ejército boliviano quien organizó mi repatriación hacia La Paz. Jamás me olvidaré de mi llegada en la pista del aeropuerto de La Paz en silla de ruedas con una guardia de honor que me recibió saludando como corresponde, como si fuera un dignatario…

Pero repito que mejor ahorrarse ese tipo de recuerdos y evitar de vivir una cetoacidosis que además de ser peligrosa, dolorosa, traumática te deja huellas en el cuerpo. Para decirlo así, hay un antes y un después. En 1999 realicé que estaba muriéndome y eso no es gracioso. No, para nada es gracioso.

Cetoacidosis
bottom of page